“Qué idiota” Te dice. Tú tienes ganas de lanzarte a sus brazos y rogarle que te diga qué hacías mal, ¿Por qué eras idiota? ¿Cómo podías remediarlo? Pero no, tú simplemente pellizcas fuertemente uno de sus brazos. El se queja, y tú sientes un dolor en tu corazón, como si te hubieran pellizcado a ti. “Te odio”.
“Yo también”.
No, niña, ¿por que mientes? ¿Por qué le dices que lo odias sabiendo que es todo lo contrario? ¿Por qué no puedes demostrar tus sentimientos? ¿Por qué no puedes pedirle perdón, por qué?
Y no dices nada más, simplemente te vas con tu amiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario