“¿Qué haces?”
“Nada, los deberes para la próxima clase” él no levanta la mirada de las hojas, sigue escribiendo tranquilamente, y a ti se te encoge el corazón. Quieres llorar, gritar y patalear. Descargar todo el dolor que sientes por dentro. Pero no, no puedes hacerlo.
“Ah.”
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