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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Niña gentil que a la vida
despertaste alegre
ayer,
como en Oriente despierta
la luz al amanecer.

Niña, que del oro cielo
viniste al mundo a
caer,
como aljofarada gota
del nítido rosicler.

Y en inmaculada cuna
te remeciste
después,
como ilusión que se mece
del sueño al dulce vaivén.

Niña de cabellos de oro
y de labios de
clavel
Son de rosa tus mejillas
es de raso tu alba tez.

Es tu sonrisa inconsciente,
de ángel tu
mirada es,
y como brilla una estrella
brilla el candor en tu sien.

Dichosa tú que del mundo
pasando vas el
dintel,
sin sospechar que las flores
espinas tienen también.

En mi canto, bella niña,
le ruego al Dios de
Israel,
que la virtud de tus años
tierno, en otros te dé.

Para que ese mundo, nunca,
con su lodo y
fetidez,
ensucie de tu pureza
el blanquísimo glasé;

Qué siempre tú, mariposa
en primoroso
vergel
hueles y en las flores halles
ánforas ricas de miel;

Que dé calor a tus alas
el santo sol de la
fe,
y que jamás una espina
tus alas llegue a romper.

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